Durante el día, cuando un automovilista se aproxima a un túnel vehicular, se presenta un fenómeno visual denominado “efecto del agujero negro”, en el que la entrada se presenta como una mancha oscura, en cuyo interior no se puede distinguir nada. Este fenómeno, llamado de inducción, se presenta al momento de estar a una determinada distancia del túnel vehicular, debido a que la luminancia ambiental en el exterior durante el día es mucho mayor que en la entrada del túnel.
A medida que el automovilista se acerca a la entrada, esta va ocupando una mayor posición dentro del campo visual y el ojo humano se va adaptando progresivamente al nivel de luminancia en su interior, lo cual se conoce como fenómeno de adaptación.
Una de las soluciones para la diferencia de niveles de luminancia entre el exterior (3000 a 8000 Cd/m2) y el interior del túnel (15 a 20 Cd/m2) es mantener un valor de luminancia próximo al que existe en el exterior en toda la longitud del túnel, pero resulta impráctico y nada económico.
Cuando los túneles presentan una densidad de tráfico elevada o cualquier circunstancia que dificulte la visión, se opta por reducir de manera progresiva el nivel de luminancia desde la zona de adaptación hasta la zona interior. Durante el día, se considera que en la salida no existe mayor problema debido a que el cambio de niveles de luminancia es muy rápido para la adaptación de la visión del automovilista.
Por otro lado, cuando el interior del túnel vehicular presenta una luminancia de alto nivel respecto de la baja luminancia exterior de la noche, se debe considerar una uniformidad de luminancia que evite en lo posible afectaciones visuales en la transición.
Durante la noche, con la iluminación direccional de los faros principales de los vehículos, la adaptación de los altos niveles de luminancia en el interior del túnel a los bajos niveles de luminancia de la oscuridad exterior permite una mejor visión al salir.
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