Las líneas de distribución subterráneas ofrecen grandes ventajas en el mantenimiento y evitan la contaminación visual producida por postes y cables.
La mayor parte de las instalaciones para distribución de energía eléctrica que alimentan las instalaciones eléctricas residenciales son de tipo aéreo, ya que su costo inicial es más bajo que una instalación subterránea; sin embargo, estas últimas ofrecen una mayor continuidad en su servicio y representan un costo de mantenimiento mucho menor, pues entre otras ventajas, no están expuestas a los fenómenos naturales como huracanes o ciclones.
Las instalaciones subterráneas se empezaron a utilizar hace relativamente poco tiempo. En la década de los 60 se inicia en México la construcción de algunos anillos subterráneos con transformadores tipo poste, donde los seccionamientos eran aéreos; posteriormente se usaron los primeros transformadores de tipo pedestal, pero éstos representaban un riesgo, ya que eran de frente vivo.
Estas primeras instalaciones eran, en general, poco confiables e inseguras.
En la década de los 70 se introducen los transformadores de tipo sumergible y de pedestal con frente muerto, así como los conectores premoldeados separables. Todo esto le dio a las instalaciones mayor seguridad.
Ver también: El inicio de obra en instalaciones subterráneas
Es hasta la década de los 80 cuando los grandes inversionistas se dan cuenta de la conveniencia de las instalaciones subterráneas y se comienzan a utilizar en desarrollos turísticos y comerciales, y en proyectos residenciales de alto nivel.
Más adelante, algunos gobiernos estatales deciden buscar el apoyo de la Comisión Federal de Electricidad para rescatar los centros históricos de sus comunidades de la contaminación visual por cables y postes, reemplazando las instalaciones aéreas por subterráneas. A partir de esta década, este tipo de instalaciones llega a los desarrollos de vivienda popular.
De este modo surge la necesidad de contar con criterios uniformes para el diseño y la construcción de las líneas subterráneas, dando paso a las Normas de Distribución y Construcción de Líneas Subterráneas.
El uso de redes subterráneas ha aumentado significativamente en los últimos años, ya que de 1990 al año 2000, el crecimiento promedio fue de 390 km anuales, mientras que del 2000 a la fecha ha sido de 1439 km anuales, donde el mayor porcentaje corresponde a las aplicaciones relacionadas con la vivienda.
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